Escrito por: Jerónimo Corregido
La aplicación de IA en apuestas deportivas puede significar una detención temprana de patrones de riesgo para prevenir el juego problemático. Sin embargo, su uso para la hiperpersonalización de los portales de apuestas puede tener el efecto contrario, al sobreestimular a los usuarios y manipular su comportamiento.
La inteligencia artificial generativa propone nuevos horizontes para las apuestas online.
El efecto de la IA en las apuestas deportivas: un escenario actual
No es una cuestión de saber si sucederá o no: la inteligencia artificial llegó al mundo del juego online desde hace tiempo y cada día tiene más peso. Lo crucial es saber cuál es la mejor manera de utilizarla, en función de brindar una experiencia más segura y transparente.
La IA en apuestas deportivas tiene varios asideros. Por un lado están las estafas lisas y llanas, como las apps de IA que prometen resultados infalibles. Nada es infalible en el mundo de las apuestas, donde los resultados siempre están sujetos a la imprevisibilidad del azar.
Pero hay otras propuestas más serias que impulsan la inteligencia artificial generativa en entornos de apuestas para minimizar las chances de ludopatía y aumentar los controles. También se impulsa la creación de espacio más personalizados, con las preferencias de cada usuario.
El uso de la IA en apuestas para aumentar la seguridad
Con las herramientas predictivas de la IA, las apuestas deportivas pueden volverse un terreno mucho menos riesgoso. Ya son varias las empresas que han propuesto sistemas para controlar las transacciones y los hábitos de juego de los usuarios, entre ellas la sueca Paf.
Esta perspectiva ahonda en uno de los ejes de la industria del juego: la responsabilidad social. Mediante la IA se podría detectar de modo temprano las tendencias hacia las apuestas compulsivas. Las plataformas tendrían la posibilidad de ofrecer límites a los depósitos o al tiempo de sesión.
De hecho, se especula que la intervención de la IA en apuestas deportivas podría darse de modo automático, es decir, como un bloqueo por defecto en ciertas circunstancias. Esto sería el grado máximo de seguridad en plataformas online, pero podría entrar en conflicto con la libertad de los usuarios.
Algunas variables que comprende este sistema de supervisión son los aumentos repentinos en el monto de las apuestas y la inclinación por apuestas de alto riesgo. También se pueden tener en cuenta cambios en el horario, como la tendencia a jugar durante la madrugada.
Otra clave de la IA en apuestas deportivas sería la prevención de lo que se conoce como “perseguir pérdidas”, que supone una estrategia agresiva de juego con el fin de remontar malas rachas.
Con esta misma tecnología se podrían detectar de manera más fina las transacciones sospechosas, es decir, aquellas que puedan ser investigadas por lavado de dinero u otros delitos financieros.
Hiperpersonalización: un riesgo y una oportunidad
En paralelo, la IA en apuestas avanza en pos de una personalización cada vez más profunda de los contenidos. Esto quiere decir que cada usuario acabará teniendo su propia plataforma de juego y apuestas.
Sin embargo, para el desarrollo de esta hiperpersonalización se necesitaría acceder a más datos de los clientes, con la idea de predecir sus gustos y tendencias. Algo que supondría menos privacidad y autonomía por parte de los jugadores.
En efecto, cuantos más datos se recopilan, mayor es la posibilidad de que haya vulneraciones de información. Y no solo eso: en muchas ocasiones, los usuarios aceptan las condiciones de uso sin enterarse verdaderamente de cuál es su alcance.
La personalización mediante IA de las apuestas deportivas también podría implicar la creación de una burbuja de contenidos altamente atractivos para cada usuario, lo cual choca contra las pautas de juego responsable. ¿De qué serviría el ajuste de los controles si, en paralelo, se está creando un entorno de apuestas a medida del cliente?
Es una de las disyuntivas a las que se enfrenta la industria del juego digital. Está claro que la inteligencia artificial ya es un hecho. Lo que debe dirimirse es cómo se utilizará de aquí en adelante.
