Regulación o barbarie: una mirada sobre las carreras de animales

En Buenos Aires, las carreras de animales vinieron a suplantar el espectáculo virreinal de las plazas de toros. Desde un primer momento hubo quienes cuestionaron el maltrato a caballos y galgos. Con el tiempo la mirada proteccionista ha cobrado fuerza y podría llevar a grandes cambios.

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Mientras que las carreras de galgos son ilegales, las de caballos siguen permitidas.

De las plazas de toros a los hipódromos

Un dato poco conocido es que Domingo Faustino Sarmiento estuvo entre los fundadores de la Sociedad Protectora de Animales de Argentina (SAPA), creada en 1879. De hecho, más adelante sería su presidente durante cuatro años.

La perspectiva de la SAPA en ese entonces era fuertemente clasista: los espectáculos con animales debían ser regulados o prohibidos, según su caso, en virtud de su efecto en la sociedad. El rechazo parecía más dirigido hacia las clases populares que disfrutaban de los espectáculos que hacia el maltrato animal.

Al mismo tiempo, la SAPA tenía un espíritu marcado por la época. Un nacionalismo decimonónico que en nada se parecía a los nacionalismos del siglo XX. Por eso no es extraño que sus principales esfuerzos se concentraran en erradicar las plazas de toros, símbolo de la colonia.

Como indica el excelente trabajo La timba como rito de pasaje, de Ana Cecchi, disponible en la web de la Biblioteca Nacional, en los mismos lugares donde funcionaban las plazas de toros se erigieron los hipódromos. Imagen de carreras de animales más limpias, más elitistas, bien del gusto inglés que predominaba en la oligarquía nacional de esos tiempos.

Regulación para algunos, ostracismo para otros

Uno de los eventos más recordados de la Buenos Aires de fines del siglo XIX es la inauguración del Hipódromo Argentino de Palermo, en 1879, que hasta el día de hoy es el más importante del país. La institucionalización de las carreras de caballos representó el comienzo de un nuevo negocio para los grupos dominantes.

Mientras la crianza y el entrenamiento de caballos se reguló cada vez más, las carreras de galgos quedaron completamente marginadas. Pasaron a ser patrimonio de los sectores populares, las grandes mayorías marrones que eran objeto del desprecio de los presidentes del Partido Autonomista Nacional.

No es de extrañar que la vida de los perros destinados a las carreras de galgos fuera mucho más sufrida que la de los caballos. Era un terreno, el del maltrato animal en apuestas de este ámbito, donde no entraba ninguna sociedad protectora. Menos aun el Estado.

Con el comienzo del siglo XX, los animales cobraron cada vez mayor valor como mercancías. Esto tuvo implicancias en la vida de los caballos, aunque no siempre para bien, dado que muchos criadores preferían ganar carreras antes que cuidar su integridad. Pero los galgos, por su menor costo de producción, siguieron relegados.

De hecho, los perros debieron esperar mucho tiempo más. La Ley Protectora de Animales, sancionada por el gobierno de Juan Perón en 1954, puso fin a una serie de prácticas consideradas crueles en el tratamiento de los animales empleados en las carreras de caballos. A la regulación se le puso el nombre de “Ley Sarmiento”.

Pero sobre los galgos no hubo ninguna palabra oficial hasta mucho después. Hubo que esperar hasta el 2016 para que el Congreso declarara ilegales sus carreras. Desde entonces se ven cantidades de galgos como mascotas, algo que antes era muy inusual. Se trata de animales que la gente adopta a través de centros de rescate.

Una regulación de carreras de animales que va hacia… ¿dónde?

La filosofía del siglo XXI parece progresivamente más interesada en el mundo animal. De la “sintiencia” de Peter Singer y Tom Regan se ha pasado a conceptos como la “antropología no-humana” de Bruno Latour o la “co-evolución” de Donna Haraway. La etología es la rama que ha tomado la posta del saber.

En semejante contexto, desde la academia a las carreras de caballos se les cuestiona mucho más que el uso de la fusta o el hacinamiento de los animales en boxes. Lo que está en juego es la ética misma de la práctica: su continuidad. ¿Quedarán los hipódromos de Buenos Aires como emblema de la barbarie del pasado, o se construirán nuevas formas de entretenimiento encima?

Jerónimo Corregido – Estafa.info – Editor jefe de la sección de noticias
La sociedad del siglo XXI tiene una nueva perspectiva antropológica que podría poner en jaque las carreras de animales.