Victor Lustig estafó a particulares con una máquina de hacer dinero, se dedicó a la trampa en juegos de azar y hasta vendió la Torre Eiffel en un episodio de simulación. Intentó el mismo golpe por segunda vez y casi acierta. La vida de un villano inolvidable.

El único e inigualable Victor Lustig fue capaz de vender la Torre Eiffel dos veces.
Las primeras grandes estafas de Victor Lustig
Esta es la historia de una persona acomodada que podría haber empleado sus privilegios en pos de un trabajo genuino, pero prefirió dedicarse a la estafa y el engaño: Victor Lustig, conocido como el timador más virtuoso del siglo XX, un artista de su oficio.
Durante su vida mintió tanto que resulta muy difícil rastrear los datos verdaderos. Algo comprobable es que era de origen checo, que nació a fines del siglo XIX, y que muy joven se dirigió hacia Europa Occidental. Allí comenzó a tramar todo tipo de amaños, desde trampas en juegos de azar hasta falsificación de dinero.
Una de sus técnicas predilectas era hacerse pasar por noble en transatlánticos, donde se ganaba la confianza de los new rich estadounidenses. Eran los roaring twenties, había mucho dinero y Victor Lustig era un estafador de guante blanco, lleno de recursos y sofisticado en el manejo de las situaciones.
Así pues, luego de establecer un vínculo con sus víctimas, les sacaba todo mediante trampas en juegos como el póker y el bridge. Tras la Primera Guerra Mundial, se quedó al oeste del Atlántico y se asoció con Nick Arnstein, un falsificador experto. La dupla dio varios golpes, el mayor dejó a Victor Lustig con dos bonos de 25.000 dólares.
En vez de cambiarlos directamente, los falsificó. Se hizo pasar por un noble austríaco en un banco de Kansas y convenció al funcionario. Más tarde fue apresado por un detective privado, pero consiguió que el director del banco retirara los cargos ante la amenaza de la humillación pública por haber sufrido tamaño fraude. Hasta lo indemnizaron con mil dólares más.
El gran golpe: la venta de la Torre Eiffel
En 1925, Victor Lustig vivía en París otra vez, dedicándose a la estafa de la caja rumana: una máquina que imprimía dinero. Cada billete tardaba 6 horas en producirse. Los primeros tres eran reales, porque el vendedor los había puesto allí. Luego salía papel en blanco. Para entonces, Lustig estaba bien lejos con los miles de dólares de la venta.
Pero no era suficiente para semejante aventurero. Ese año leyó la noticia de que la Torre Eiffel producía altos costos de mantenimiento y que se estaba considerando su desarme. En efecto, el monumento había sido construido para la Exposición de París de 1889 y debía haber sido retirada en 1909.
Con esa idea en mente, se asoció con el franco americano Robert Arthur Tourbillon. Victor Lustig reunió a seis líderes de la industria chatarrera y les ofreció el contrato por el desarme de la Torre Eiffel, indicándoles que la licitación se llevaría a cabo al otro día. Y sobre todo que era secreto de Estado.
Entre las seis potenciales víctimas, Lustig eligió a André Poisson, un chatarrero de nutrido capital, con ambición de formar parte de la alta sociedad parisina. Aun más: no solo lo convenció de que invirtiera cientos de miles de francos en el contrato, sino que le pidió un soborno de 70.000 francos más.
Hecho esto, huyó de París con su socio. Para su sorpresa, el estafado no presentó cargos. Al igual que el director del banco de Kansas, Poisson estaba humillado: se había dejado convencer de que realmente estaba comprando la Torre Eiffel y además había accedido a sobornar a un funcionario público.
Sin ir más lejos, es algo ciertamente muy similar a lo que sucede hoy día con otros casos, como el de las víctimas de estafas románticas o por redes sociales.
Esta no fue la última aventura de Victor Lustig, aunque sí la más recordada, sin lugar a duda. Su caída fue en 1935, en Estados Unidos, por falsificación de dinero. Acabó sus días en la prisión de Alcatraz.